Hay una notable diferencia entre “hacer las cosas” y “hacer bien las cosas”. Cuando se habla de “talento” en las organizaciones, o de “un buen profesional” en una conversación, normalmente se están refiriendo a personas que no sólo hacen lo que tienen que hacer sino que además lo hacen especialmente bien.

Las relaciones entre personas están habitualmente influenciadas por las expectativas. Las expectativas suelen venir marcadas por las experiencias previas en situaciones similares.
Cuando nos parece que alguien hace algo “especialmente bien” significa que ha superado al menos una de nuestras expectativas. Puede tratarse de alguien que ofrece la calidad esperada pero en un tiempo inferior al que preveíamos. O puede ser que lo que supere las expectativas sea la calidad del producto o servicio recibido. También nos sorprenderá gratamente si el producto o servicio, además de cumplir nuestras expectativas de calidad y tiempo de entrega, ofrece características adicionales que nos parecen valiosas.

Las organizaciones empresariales implementan programas destinados específicamente a identificar a estas personas y darles oportunidades de desarrollarse en la empresa, con un interés evidente en que permanezcan en ellas sin que decaiga su interés y compromiso. Son programas generalmente costosos en tiempo y recursos pero las empresas saben que se trata de un esfuerzo justificado, ya que cada una de estas personas clave, que generalmente no suponen más que entre el 10% y el 30% de la plantilla, generan más de la mitad del valor que se produce en la empresa.

Lo que diferencia a estas personas no es por lo general su nivel de conocimientos, ni tampoco su experiencia. Lo realmente diferencial es su actitud a la hora de afrontar cualquier tarea, por sencilla o complicada que sea. En lugar de limitarse a “cumplir”, lo que hacen es dejar su huella personal.
Hay quien piensa que las descripciones de puestos de trabajo en las empresas suponen una limitación al individuo. Personalmente creo que una descripción de un puesto de trabajo es simplemente un “contenedor”, lo que significa que se podrá llenar a medias, al ras o que rebose y la última decisión corresponde siempre a la persona que ocupa esa posición, es decir, al “contenido”.

Las personas de las que hablo no se preocupan por si hacen más o menos que sus compañeros ni de la competencia. Saben que ellas mismas son sus únicos competidores y la satisfacción personal de superarse a sí mismas a diario es su mayor recompensa.
Cualquiera puede en un momento dado adoptar esta actitud. Es tan sencillo como preguntarte cuáles son las expectativas de tus clientes, internos o externos, sobre lo que vas a hacer y encontrar la forma de superarlas. Es la diferencia entre un guiso que se deja comer y un plato exquisito. Ambos llevan posiblemente los mismos ingredientes y sólo ha cambiado la forma e interés con que se han preparado.
Por eso, antes de quejarte de tu mala suerte, la falta de reconocimiento o la escasez de oportunidades, respóndete con sinceridad a esta pregunta: 
cuando trabajas, ¿cueces o enriqueces?


Por: Paola Yanine García/ Eventos y RS Staff
Fuente: Óptima Infinito


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